Yinett Polanco • La Habana |
Acabo de ver La edad de la peseta y lo primero que se me ocurrió pensar al salir fue: es una película de Pavel Giroud y Arturo Infante. Parece verdad de Perogrullo, para saber eso bastaría con leer los créditos, pero no es a algo tan obvio como los créditos a lo que me refiero, sino a la marca de cada uno de estos realizadores impresa en el filme. Es imposible ver esta película sin remontarse a Flash, el primer cuento de Tres veces dos y caer de lleno contra las constantes que asedian (¿consciente o inconscientemente?) a Pavel Giroud: la cámara fotográfica presente en toda la historia, casi a modo de hilo conductor; la modelo de “belleza incuestionable”, como él mismo la ha llamado, que obsesiona al protagonista; el interés por la Habana de los cincuenta, de la cual ha logrado en este caso una reconstrucción perfecta -tanto más loable si se tiene en cuenta que se obtiene sin sumas astronómicas de dinero y sí a partir de pequeños detalles o ángulos de cámara inteligentes. También se aprecia en la película la obvia influencia del video clip en la estructuración y edición de la historia -tema que le concierne tanto a él como a Léster Hamlet, encargado del montaje del filme- y finalmente está el hecho de preferir a actores no profesionales como protagonistas, lo cual le dio buen resultado en Flash, pero le ha salido extremadamente bien en La edad de la peseta. La actuación del niño Iván Carreira sorprende por su naturalidad y frescura, del desempeño de este pequeño aficionado deberían aprender unos cuantos actores profesionales y supuestamente consagrados, al menos en cuanto a sensibilidad artística y versatilidad histriónica se refiere. Para Pavel queda el mérito en primera instancia de la selección y en segundo lugar que gracias a su dirección, Samuel fuera un niño completamente creíble y real. Pero esta historia no es de Pavel, es decir, el guión no es de su autoría. Y es allí donde está la marca indeleble de Arturo Infante. Ya una vez en un comentario sobre la obra de Arturo dije que a pesar de su juventud, esta era imposible de confundir, el hecho de que en un guión escrito hace tanto tiempo ya estuvieran las claves de su quehacer posterior, me demuestra que estaba en lo cierto. De Arturo es ese humor, muchas veces irónico, que se encuentra en la película, humor que se aleja del gags gastado o la situación que reclama la estrepitosa carcajada -presente en buena parte del cine cubano sobre todo de los noventa- para acercarse a la sonrisa cómplice que pone en juego las competencias cognitivas del público. De Arturo es también la capacidad de armar una historia pregnante con pocos personajes y dejar entrever debajo de una trama aparentemente sencilla todo un mundo de subtextos y marcadores de segundas y terceras lecturas. La relación director-guionista entre Pavel Giroud y Arturo Infante fue la un perfecto matrimonio según han declarado ambos. La química existente entre ellos garantizó la calidad del filme a pesar de ser para los dos su primer largometraje. Sin embargo, a pesar de esta magnífica simbiosis, el estilo de cada uno es tan definido que puede fácilmente reconocerse el aporte de cada quien a esta película. En una generación de cineastas jóvenes, por desgracia signados muchas veces por ser más de lo mismo, los nombres de Pavel Giroud y Arturo Infante (junto con dos o tres excepciones más por supuesto) podrían citarse como parte del selecto grupo que ha conseguido hacerse de un verdadero estilo propio. La edad de la peseta es la mejor muestra de ello. |