Crítica: La Edad de la peseta por Rolando Pérez Betancourt

La edad de la peseta 

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

Presentada en premier por el Día de la Cultura Cubana, La edad de la peseta tendrá su estreno dentro de unas semanas, en el Festival del Nuevo Cine, pero desde ya debe conocer el espectador que se enfrentará con una bonita película.

Se sabe que lo de «bonito» se presta para una interpretación ambigua y que en los dominios de la alta estética al término se le deglute con sospechas y hasta aversión por lo mucho que de trampa sensitiva puede acarrear. Pero hay que rescatar el concepto y limpiarlo de prejuicios para calificar el filme de Pavel Giroud, una historia que además de bien realizada es bonita porque ilumina, sin artificios, esas zonas confluentes del sentimiento y la razón en la que, para entrar, se requieren llaves precisas.

La trama pareciera simple: estamos en el año 1958 y tras cinco años de peregrinaje, una madre regresa al hogar materno trayendo de la mano a un hijo de diez años con padre desentendido. De los encontronazos del niño con una abuela fotógrafa, tan misteriosa como autoritaria, trata buena parte del filme. Pero por suerte es mucho más que eso, porque recurriendo a componentes artísticos de toda índole, se ofrece el pulso de una época y las motivaciones de unos personajes perfectamente trazados y que llegarán, mediante elipsis elaboradas hacia los finales, hasta los dos primeros años de la Revolución.

Mundo de revelaciones humanas, sociales y hasta políticas, recurriendo no pocas veces a sutiles subrayados y que sin carecer de gracia, le da el esquinazo al fácil sainete.

El título predispone algo porque puede pensarse que vamos a encontrarnos con el clásico «niño pesao» haciendo de las suyas en una etapa que muchos padres prefieren recordar menos. Pero lo cierto es que casi todas las sonadas reacciones del niño responden más a lógicas respuestas (el padrastro que se le quiere imponer, el condiscípulo que lo agrede, la abuela «malévola», la madre buena, pero insegura, el «vámonos, que esto es comunismo»), que a una conducta indócil.

Algo que, parafraseando a Arturo de Córdova (intérprete de tantas películas «bonitas» desde otras perspectivas) «no tiene la menor importancia». Pero más que estar en la edad de la peseta, el niño de la película se encuentra en ese tránsito en que, sin perder la ingenuidad, se descubren demasiados mundos paralelos, como son la fantasiosa cuarta dimensión —propicia para un entendimiento y con tantos significados, que le ofrece la abuela— y la llegada del amor imposible, recreada con mágica composición a partir de la presencia de Carla Paneca.

Estimula ver la factura técnica con que está concebida La edad de la peseta y el esfuerzo de sus realizadores para desmarcarse con originalidad de lo recurrente. Al guión de Arturo Infante, en un tema que no es nuevo y que de alguna manera ha sido saboreado lo mismo por Truffaut (Los cuatrocientos golpes), que por Fellini (Amarcord), hay que unirle la fotografía de Luis Najmías, con sugestivos ángulos y aliento de época, empresa en la que resulta determinante la dirección artística y el maquillaje. Aquí está La Habana de los cincuenta con algunos de sus «valores» resaltados sin estridencias, como esa mujer que por ser divorciada es discriminada y no encuentra el trabajo que pretende. Una Habana que sin reconstruirse en grandes decorados, acudiendo más bien a locaciones mínimas, los que la conocieron —que no es el caso de los realizadores— la identifican y la sienten.

La española Mercedes Sampietro, como la abuela, cuenta con la fuerza necesaria como para devorar ella sola la película. Iván Carreira, sin tener que actuar con todas esas caritas y muequitas que a veces lastran el desempeño de los niños actores, está acorde con la candidez que lo espolea. Pero lo que para este cronista constituyó la gran sorpresa, fue el desempeño de Susana Tejera como Alicia, la madre del niño. Personaje de época, rico en matices, variable y emocional, la actriz regala una de las actuaciones femeninas más convincentes vistas en los últimos tiempos en el cine cubano.

Cine nuestro en coproducción, La edad de la peseta es una prueba de que se puede realizar una excelente película sin dejar el pellejo de lo creativo y auténtico en los altares de las concesiones.

Los espectadores la disfrutarán en el próximo Festival, y entonces habrá que volver sobre ella.

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