Crítica: La edad de la peseta por Sergio Monsalve

 SERGIO MONSALVE. Septiembre 21, 2007 

Por lo general, tópicos como la revolución castrocomunista, la nostalgia por la Habana vieja, la pasión ciega por la cultura antillana y la reivindicación de sus orígenes sociales, son dignos de la mayor sospecha. Cuando no se les explota para ocultar verdades incómodas a través de biombos cursis, se les utiliza para justificar propagandas políticas encubiertas de buenas intenciones. Y nunca falta un largometraje superficial presto a sacarles provecho, de manera oportunista al amparo del ICAIC. Por fortuna, nada más apartado de la cuarta dimensión de “La Edad de la Peseta“, un esmerado trabajo cubano en las antípodas del panfleto mentiroso, maniqueo y retroprogresista al uso.Si usted es de izquierda, compre la entrada con confianza, porque no se va a decepcionar. Si usted es de derecha, pues le recomiendo dominar sus prejuicios y atreverse a experimentar una ilusión vital distinta a la habitual y diferente a la monocorde oferta de la meca. Si usted es de centro, como yo, lo invito a desentrañar el significado de una película redonda y llena de momentos logrados, capaz de erigirse en espejo de la Caracas de hoy, con sus divisiones, fragmentaciones y acontecimientos en pleno desarrollo. La Ficha Técnica “La Edad de la Peseta” sorprende a propios y extraños. No parece la segunda empresa de un cineasta joven, sino la cúspide estética de un autor maduro nacido en el continente. Es más, cientos de autores latinoamericanos pasan a retiro, sin si quiera rozarle los talones a Pavel Giroud, especie de alumno aventajado egresado de la Escuela de San Antonio de los Baños. Su lente denota una rigurosa habilidad para la composición de encuadres pictóricos, influidos por la corriente clásica. A primera vista, se le puede rechazar por exquisito y antiséptico, e incluso por imbuir su atmósfera de un aire artificial cercano al de las postales turísticas. Sin embargo, su propuesta fotográfica tiende a justificarse en cuanto “La Edad de la Peseta” busca ilustrarse como una remembranza onírica, como una evocación subjetiva reconstruida por la mente de un niño de diez años, sometido a los estímulos de las tapas de revista de la época. De ahí, la inclinación de la luz por emular el color sobrecargado de los antecedentes y equivalentes a las Variedades y Cosmopolitan del actual reino kitsch. Además, el realizador se muestra solvente en la planificación de climas de tensión y en la dirección de actores profesionales y amateurs. De hecho, el chico Iván Carreira amenaza con eclipsar, por ratos, las impecables contribuciones de Susana Tejera y Mercedes Sampietro, en clave de chicas deslenguadas, independientes y al borde de un ataque nervios. Paralelamente, la herencia de Almódovar se detecta en el deleite por el fetichismo erótico, en el amor por el estilo neonoir, en la obvia sensibilidad feminista y en el sentido del humor negro, verbalizado por acotaciones mordaces. Todo menos un cascarón vacío. Pequeña Revancha “La Edad de la Peseta” habla del fin y del principio de una etapa en la historia cubana. El contexto es el Vedado de 1958, a días de la victoria definitiva del Ché en la Habana. Tres almas de clase media son los personajes principales de semejante relato de iniciación, filtrado por los ojos de un muchacho carente de afecto. Su visión lúgubre y atormentada, permite comprender la incertidumbre de un entorno desmembrado ante los cambios por venir. Cualquier parentesco con el Sergio de “Memorias del Subdesarollo”, no es mera coincidencia. Su enfoque melancólico rehuye del optimismo dulzón, para aproximarse a la dureza del descubrimiento de la eterna soledad. En su abuela, reconocerá a una aliada y a un ejemplo a seguir. Luego de superar el miedo y aceptar su destino en el exilio, posiblemente su único refugio radique en la posibilidad de soñar con un futuro ideal. He aquí, entonces, un resumen arquetípico del país del caribe, todavía fracturado por la memoria desgarrada.

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