Premios Goya 2008

Posted by María Bertoni in Cine. trackback,  9 Febrero 2008

En la última entrega de los premios Goya, La edad de la peseta fue una de las candidatas que compitió con la ganadora XXY en la categoría “mejor película extranjera de habla hispana”. Sin dudas, el film cubano merece igualmente una distinción. De hecho, la historia escrita por Arturo Infante y filmada por Pavel Giroud retrata “la edad del pavo” (así la llamamos en Argentina) de manera entrañable. La edad de la peseta/el pavo son los años previos a la adolescencia, período que atraviesa Samuel cuando se traslada con su madre a la casa de su abuela. Como la mayoría de las mudanzas, ésta también convulsiona la vida de las personas implicadas y eventualmente acelera otros cambios. De ahí que al protagonista le pase todo junto: el primer amor, el despertar sexual, la rebeldía, el ingreso indefectible al mundo de los adultos. Por si los avatares personales fueran pocos, la nueva vida de este chico de 10 años transcurre en el momento previo a la revolución liderada por Fidel Castro y el Che Guevara. Aquí el trasfondo histórico es apenas mencionado, pero uno o dos guiños -además de una escena montada con imágenes de archivo- son suficientes para sugerir el mar de fondo previo a la caída de Batista y la escisión que dividirá a Cuba tras la llegada del nuevo régimen. El trabajo de Infante y Giroud tiene el mérito de acercarnos al universo de Samuel, y así recordarnos las dificultades, sorpresas, desilusiones, penas que nos acompañan cuando transitamos la última parte de la infancia. En este sentido, y porque también se encuentra enmarcado por un contexto político específico, comparte algunos aspectos con otras películas latinoamericanas protagonizadas por varones pre-adolescentes: la chilena Machuca y la brasileña El año que mis padres se fueron de vacaciones. Además de un buen guión y una buena fotografía, La edad de la peseta se distingue por el trabajo de sus actores: desde la conocida Mercedes Sampietro hasta el jovencísimo Iván Carreira (impresionantes, los ojos de este chico). Por todo esto, habrá que confirmar la siguiente verdad de Perogrullo: lamentablemente, aún hechas con las mejores intenciones, las entregas de premios siempre -siempre- cometen injusticias.

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