Por: Magali Kabous. Tomado de Salsa Picante.
El sueño de Horacio Romero, un boxeador castigado por haberse dopado, es combatir en los Juegos Olímpicos. Daniel Guerrero, exsoldado enfermo del VIH lucha contra la enfermedad en un sanatorio en el cual lo consideran paciente “difícil”. Este doble combate se inscribe en el marco de un tercero, la lucha que Cuba está emprendiendo contra la epidemia en los años 80. Cada cual con su arma: los guantes de boxeo, la desobediencia en nombre de la libertad, la reclusión con el pretexto de la protección del individuo y de la colectividad. El centro de tratamiento donde se conocen los dos hombres (Los Cocos en Santiago del Este, existió realmente entre 1986 y 1988) se parece mucho a una cárcel. Los primeros planos fijos ponen en paralelo de forma escalofriante el alambrado y las majestuosas palmeras de la elegante entrada. El Sanatorio-modelo es militarizado, los pacientes llevan uniforme y se opera un control obsesivo. La inflexible gerente del lugar así presenta su misión: “La salud de todos (…) depende de nuestro control. Aquí, los pacientes son sagrados, pero hay que tener mano dura, son una bomba atómica”. Con la meta de evitar la propagación de la enfermedad y ofrecerles los mejores tratamientos, internan a los pacientes que sólo pueden salir una vez a la semana, bajo la vigilancia de un “Acompañante”. De mala gana, Daniel y Horacio están asociados.
En su tercer largometraje de ficción –el primero producido de forma independiente- después de La edad de la Peseta y Omertá, Pavel Giroud investiga una de las experimentaciones cubanas que supuestamente iban a demostrar la gran fuerza de la organización de Estado. Una hazaña más del gobierno cubano que suele movilizarse con el mismo énfasis militar contra el vecino estadounidense, los mosquitos, los ciclones o los enfermos de Sida. De hecho, esta misma voluntad de mostrar su grandeza de parte del pequeño país es lo que lo conduce a Horacio hacia el doping: quiere cumplir con las expectativas del pueblo. Giroud filma con destreza esta obsesión por el control y estas múltiples presiones sociales. El directo tardó años antes de poder concretar su proyecto, y declaraba en una entrevista del año 2008 : « La santé publique et le sport sont deux des étendards du prestige de la Révolution Cubaine. (…) En ce sens, El acompañante n’est pas un film complaisant. Ce n’est pas un film qui rend compte des réussites médicales ou des exploits sportifs. C’est une histoire qui pénètre dans les zones grises et explore la condition humaine confrontée à des situations extrêmes. »
Los cineastas cubanos –incluso los que trabajen en el Instituto- ya no tienen la obligación de la exaltación o del triunfalismo a los cuales sus predecesores tuvieron que someterse. El momento de la hagiografía revolucionaria se acabó. Una serie de películas intentan, a través de la ficción, enseñar episodios de la historia cubana que se ocultan o que por lo menos no reivindica el régimen. Camionero, magistral y terrible cortometraje programado en 2013 volvía sobre el mito de la educación protectora y todopoderosa, al denunciar la otra cara de la moneda de las becas: el bullying escolar. Otra película reciente, La obra del siglo de Carlos Machado Quintela vuelve sobre la gran obra de central nuclear lanzada en Cuba y que se paró a medio camino. Nació, en torno al inmenso reactor inútil, una ciudad fantasma.
Los espectadores fieles del festival “Les Reflets” reconocerán a numerosos actores. Armando Miguel, actor principal de Melaza y papel secundario en Conducta (película inaugural de la edición 2015) le da vida a este prisionero contra su voluntad que sólo aspira a un trato de ciudadano digno a pesar de su enfermedad –la mejor prueba es su obsesión por las puertas cerradas-. A veces angustiado, a veces insolente, se afirma como el actor importante de las producciones independientes. Como boxeador, Giroud eligió al cantante del grupo Orishas, Yotuel Romero, que también trabajó para la televisión española. Los que asistieron al ataque habanero de zombies en Juan de los muertos en 2013 volverán a ver, en papeles más graves, a Jazz Vilá así como a Jorge Molina que eran respectivamente el travesti y el torpe compañero de Juan. Así como los personajes secundarios ocupan en la peli más espacio del que les otorgaba inicialmente el guión, la película se va enriqueciendo mediante temáticas paralelas. En primer término, la historia del funcionamiento del sanatorio, el paciente problemático y el boxeador dopado en busca de la redención. En segundo término, cuestiones esenciales, más o menos desarrolladas, entre otras la situación geopolítica de Cuba o la noción de marginación.
En El acompañante, Giroud realiza un ejercicio de cine doblemente clásico : por un lado el melodrama (estructura de la narración o construcción de los personajes) y la película de boxeo, ritual de los mayores realizadores estadounidenses (desde Keaton y Chaplin hasta Eastwood y Mann pasando por Kubrick, Scorsese, etc.). Sin embargo, el directo nunca se somete ciegamente a un marco cinematográfico sino que se lo reapropia, lo personaliza. Su gira exitosa en los festivales de Busan, Miami y ahora en Francia son la mejor prueba de su logro.