OMERTA: «Honorable Caducidad»

Pavel Lòpez

Uno de los personajes secundarios de “Omerta”, la más reciente incursión de Pavel Giroud en el largometraje de ficción, expresa a su adversario en pleno duelo ajedrecístico, algo así como”«Para ganar la partida casi siempre es necesario sacrificar una ficha”. En esta frase parece resumirse toda la ideología de la película. El protagonista de la historia, un ex miembro de la secreta cofradía de la mafia que habitó gustosa las penumbras de la Isla durante la primera mitad del siglo XX, viene a ser como ese eslabón “perdido”, incapacitado para integrarse a una nueva sociedad, cuyo diseño lo niega por completo. La estrategia política amparada en la necesidad de cambio y ruptura con el pasado, articulada con el triunfo de la Revolución cubana, tiene en este guardaespaldas de gangster, entrado en años y de profusa barriga, su absoluta negación o, si se quiere, a su agente más pasivo. En tal sentido, dicho personaje, interpretado magistralmente por el actor Manuel Porto, establece puntos de contacto con otros imprescindibles del cine cubano, como el Sergio de “Memorias del subdesarrollo”, o el Hipólito Garrigó de “Las doce sillas”, (filme, no por gusto, citado explícitamente en “Omerta”), ambos residuos de un contexto arcaico dinamitado por el empuje de la Revolución. No obstante, a diferencia del primero, divorciado de manera frontal tanto con su ascendencia burguesa, como con las exigencias de la naciente sociedad, el personaje de Porto mantiene intacta su fidelidad a ese mundo de antaño. De Hipólito Garrigó también marca una sustancial distancia, en tanto aquel ES ridiculizado todo el tiempo por el punto de vista autoral, mientras que el protagonista de “Omerta” corre otra suerte. Pavel se las agencia para extraer de la imperfección, torpeza y evidente propensión al fracaso de su antihéroe, la humanidad que el público espera. De su ”disfuncionalidad” nace su drama, y de este último se desprende su indiscutible atractivo. Como ya es común en el cine de este joven director, “Omerta” ostenta una impecable factura. Fotografía, dirección de arte, banda sonora y demás elementos expresivos dan fe de una planificada (y no por ello menos inspirada) puesta en escena, con lo cual se distancia del grosso de la producción cinematográfica del patio, casi siempre proclive a la chapucería técnica. Algún espectador ha comentado a la salida del cine: ”Parece una película europea”. Coincidimos con el planteamiento, no solo por los aspectos antes mencionados, sino también por el tono, el ritmo del discurso, en total desencuentro con la carcajada de la comedia costumbrista tópica, que ha invadido tradicionalmente nuestras pantallas. Vistos así, tema y estrategia discursiva se vinculan para hablarnos de la legitimidad de la diferencia, o más bien su costo y su saldo. “Omerta” deviene fábula de un hombre empeñado en no traicionar sus afectos, sean de la naturaleza que sean. Al igual que aquellos poetas franceses embelesados con la parte menos “luminosa” de la existencia humana, Giroud se deleita observando, y mostrándonos después, lo singular de aquello que se descompone, lo obsoleto y añejo; en fin, la rara e insondable caducidad.